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- la facturación de energía eléctrica supera los 22.000 millones de euros anuales
(cada 1% que el Gobierno sube la tarifa eléctrica representa para los usuarios
el pago adicional de 220 millones de euros/36.600 millones de pesetas anuales),
- los datos relativos a los costes sufragados por las tarifas eléctricas proceden
en su mayor parte de las propias compañías eléctricas
- y la fijación de la tarifas eléctricas es un tema enormemente complejo y
difícil,
lo lógico sería que el Gobierno tomara las medidas necesarias para que la CNE
dispusiera del tiempo y los medios humanos y técnicos necesarios que le permitieran
garantizar las máximas precisión y objetividad en todos y cada uno de sus informes.
Sin embargo no es así, ya que, como demuestran los documentos incluidos en la presente
entrega, el Gobierno incumple descarada y sistemáticamente su obligación de defender
los legítimos intereses generales. De lo cual no hay que extrañarse, pues es
el comportamiento lógico de
una marioneta
que, sabiéndose protegida fiscal y judicialmente, lleva desde el 25.02.1987 poniendo
el Boletín Oficial del Estado al servicio de las compañías eléctricas para que
éstas cometan con total impunidad una burda estafa que a 31.12.2008 les llevaba
reportados más de 4.000 millones de euros y se incrementa cada día en 350.000 euros
(si desea más información sobre este asunto, pulse
aquí
para ir a 11.- La estafa, paso a paso: Ejecución/ Gobierno PSOE (II)).
A esta situación, en la que el Gobierno pone la Administración del Estado a
disposición de un poderoso grupo financiero para que estafe impunemente a sus
clientes, le viene como anillo al dedo lo expuesto por José Vidal-Beneyto
en su artículo El arma del crimen   (El País, sábado 31.01.2009), del
cual reproduzco seguidamente los dos párrafos más significativos:
"La corrupción se ha convertido en una pandemia que todo lo infecta, a la que
nadie y nada escapa. La corrupción entendida, no sólo ni principalmente, como la
utilización abusiva e inicua de las posiciones de poder en provecho de quien las
detenta, sino como la falsificación de todos los valores, la perversión sistemática,
la impostura permanente en el planteamiento de medios y objetivos. Personas,
organizaciones, la economía, los lenguajes, el deporte, la política, las empresas,
la justicia, las ideologías, el Estado, la comunicación; todo estragado, pervertido.
Es decir, la adulteración de las conciencias, la corrupción del espíritu, que
transforman cualquier propósito en barbarie. Por eso, hoy, la generalización y
persistencia de las prácticas corruptas no sólo han trivializado su uso, sino que
lo han connaturalizado, inscribiéndolo, con todos los honores, en el patrimonio
de los comportamientos legítimos y necesarios de nuestra contemporaneidad.
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